Nos hemos ido a lo más profundo del gaditano P. N. de Los Alcornocales para visitar una de las zonas más bellas del mismo, en las inmediaciones del Castillo de Castellar y el embalse del Guadarranque. Ascendiendo el río del mismo nombre, nos han acompañado las preciosas mariposas monarca, para finalizar la ruta disfrutando de una de las cascadas más espectaculares del Parque: la cascada sin nombre.
Antonio Mancha nos prometió una experiencia top aunque dura, y así ha resultado. La ruta, de una belleza excepcional, es también larga y exigente, del orden de 18 km. y 10 horas de duración. La hemos llamado «la aventura de la cascada sin nombre«, dado que nadie nos ha sabido decir si lo tiene.
El río Guadarranque nace en los montes de Jimena de la Frontera y desemboca en la Bahía de Algeciras. Es un río corto pero caudaloso y abastece a gran parte de la población del Campo de Gibraltar, gracias al embalse del mismo nombre situado en las proximidades del Castillo de Castellar de la Frontera. Su nombre procede del árabe: Wadi-Ramke, «río de las yeguas». Su estuario está catalogado como paraje natural.
El castillo de Castellar, o Castellar Viejo es una villa-fortaleza del siglo XIII perteneciente al municipio gaditano de Castellar de la Frontera, una población situada a unos kilómetros de aquel, de la cual forma parte también la finca de La Almoraima. Situado sobre un promontorio rocoso, el Castillo de Castellar es hoy en día una bellísima aldea que cuenta con unos cuantos residentes y un complejo hotelero de la red de Tugasa.
Iniciamos nuestra aventura río arriba junto al citado embalse del Guadarranque. Pronto nos encontramos con una de las joyas biológicas del Parque Natural: las mariposas monarca, que nos acompañarían durante un buen trecho del río. La mariposa de las migraciones, un ejemplar extraordinario que tiene en Castellar de la Frontera la mayor colonia de toda Europa, y se ha desarrollado en la zona por la presencia de una planta que alimenta a sus orugas, desechada por los herbívoros por su toxicidad. Se trata de la bella mata de la seda.
El paisaje a lo largo de todo el recorrido es magnífico: junto al alcornocal, encontramos bellos quejigos de gran porte y esbeltas ramas, consecuencia del sistema de poda realizado años atrás para generar la madera más apta para la construcción de barcos y traviesas de ferrocarril. El bosque gaditano en su máximo esplendor.
El río fluye caudaloso en este tramo, lo que nos obliga a realizar cruces complicados, con riesgo de un buen remojón, o a trepar por peligrosas laderas rocosas. Lo dicho: una aventura.
Pero la sorpresa estaba por llegar. Tras cruzar nuevamente el río Guadarranque, no sin riesgo de caída, ascendimos, siguiendo un arroyo con preciosas pozas, hacia un bosque encantado de quejigos, bellos helechos y musgos sedosos, al final del cual apareció ella, la más bella, una caída de agua entre enorme farallones de arenisca: la cascada sin nombre. No llevaba excesiva agua, pero la altura superaba los 25 metros. Un entorno natural de grandes moles de piedra que la erosión ha desprendido de las enormes pantallas de arenisca, que el arroyo ha ido excavando durante siglos, acompañado de una vegetación exhuberante y húmeda. Toda la magia del bosque de Los Alcornocales concentrada en un solo rincón.
Continuamos sorteando aventuras durante el regreso y nos cogió la noche sin darnos cuenta, mientras la luna llena iluminaba los valles cercanos, y hermosos ciervos de grandes cuernas corrían asustadizos a nuestro paso. Pero, a pesar del cansancio, nuestras retinas todavía conservaban vivo el recuerdo de paisajes inolvidables e inaccesibles.
Gracias Antonio Mancha, por esta experiencia inmensa. Y a Tini Bustos por las bonitas fotos que sacó.
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