Adentrarse en el Parque Natural de la Sierra de Aitzgorri-Aratz es, además de una inmersión en unos paisajes naturales privilegiados de verdes praderas y espléndidos hayedos, que conviven con bellas y acrobáticas formaciones kársticas, todo un viaje por la historia y la mitología vasca. Son muchas las leyendas que encierra este magnífico entorno natural.

La denominación

la Sierra de Aitzgorri desde la localidad gipuzkoana de Zegama.

Aunque el diccionario de la Academia de la Lengua Vasca, Euskaltzaindia, establece como denominación oficial la acepción Aizkorri, traducible como peña pelada o también hacha (Aizkora), una relación etimológica que comprobamos al hacer cumbre, ya que junto a la tradicional cruz encontramos un hacha clavada en un buzón de montaña, a mi me gusta más la denominación de siempre: Aitzgorri (Aizgorri), la peña roja o bermeja, tal y como desde niños la conocíamos en los tiempos en que vivíamos en Legazpia, muy cerca de Oñati y la sierra,y  tal y como la conocen hoy en día en algunas de las localidades aledañas.

La cima del pico Aitzgorri (1528 m)

Es lo que ocurrió en una reciente visita a Zegama para disfrutar de la tradicional maratón de montaña por la sierra. Unos vecinos del pueblo me hicieron llegar unas fotos que explicarían el nombre original, que guarda relación con el color rojo que adopta la sierra en determinados días y bajo determinadas condiciones. (ver foto)

La Sierra de Aitzgorri desde Zegama.

Herencia mística y espiritual.

Este Parque Natural reúne un buen puñado de historias y leyendas desde tiempos muy antiguos. La estación megalítica de Aitzgorri está declarada Bien Cultural Cualificado, con la categoría de Conjunto Monumental. De hecho, en las campas de Urbia abundan los monumentos megalíticos, en especial los dólmenes o trikuharriak. La Cueva-túnel de San Adrián, que atraviesa la antigua calzada medieval entre Álava y Gipuzkoa, atesora innumerables leyendas, y guarda en su interior una ermita del santo que le da nombre.

Tras la pista de las leyendas de Aitzgorri.

Y tal y como ocurre en muchas de las montañas vascas, la mitología está siempre muy presente. En la Sierra de Aitzgorri tiene su morada la diosa Mari, al igual que en otros destacados picos vascos, como Anboto y Txindoki, como veíamos en un reciente reportaje.

La ascensión: entre hayedos y lapiaces.

La ascensión a Aitzgorri ha sido siempre un clásico entre los montañeros vascos. Desde muy temprana edad realizamos excursiones y acampadas en Urbia, durmiendo en ocasiones en alguna de las bordas de pastores, para desde allí atacar las cimas de la sierra. En ocasiones ascendíamos desde el apeadero de Ortzaute, y en otras desde el Santuario de Arántzazu.

Las campas de Urbia.

La última de ellas la hice reciéntemente con mi amigo Tomás, una ascensión mañanera al pico Aitzgorri, atravesando las campas de Urbia y los preciosos hayedos de la sierra.

Los bellos hayedos de Aitzgorri.

Aitzgorri (1528 m) no es el pico más alto de la sierra del mismo nombre, que tiene el honor de ostentar el pico Aitxuri (1551 m), a su vez el más alto de Euskadi; pero es quizás el más emblemático y popular. En estos casos me gusta recordar a mis amigos/as vascos que la provincia de Cádiz, la de las playas y llanuras, cuenta con montes más altos que los existentes en el País Vasco. Por ejemplo, el pico El Torreón, en la Sierra de Grazalema, alcanza los 1645 m.

Los picos de la Sierra de Aitzgorri desde el pico que le da nombre.

Partimos desde el magnífico Santuario de Arantzazu (750 m), un edificio de hormigón, piedra y acero, que consiguió reunir a los mejores artistas vascos-navarros de la época: el arquitecto Sáenz de Oiza, los escultores Eduardo Chillida y Jorge Oteiza, y los pintores Néstor Barrenetxea y Lucio Muñoz.

Fachada principal del Santuario de Arantzazu.

La ascensión hasta las campas es relativamente cómoda, y rodeados de nuestros árboles fetiche: las hayas. Nos esperan el collado de Elola (1250 m) y la ermita, que actúan como puerta de entrada a Urbia y sus verdes praderas, el paraíso de caballos y ovejas latxas. Hasta finales del siglo XX los rebaños abandonaban a mediados de mayo las zonas bajas y desfilaban por Arantzazu en dirección a Urbia. Diseminadas por sus campas encontramos las bordas que los pastores han utilizado durante sus estancias veraniegas en la zona. 

Comienzo de la ascensión entre hayas.

Las cimas de la sierra, desde las campas de Urbia.

Ovejas latxas.

Desde las campas de Urbia hasta la cumbre de Aitzgorri el terreno es más accidentado, y aparecen en todo su esplendor los distintos elementos del modelado kárstico de los picos, en especial los lapiaces y sus caprichosas formas. El paisaje pelado y grisáceo contrasta con el intenso verdor que hemos ido dejando más abajo. Todavía se conservan algunos neveros de la época invernal.

Paisaje kárstico en las cumbres de Aitzgorri.

Ascendiendo entre lapiaces.

Camino a la cumbre.

Y comienza a hacer su aparición el espectacular paredón rocoso que se precipita hacia el valle, enlazando los diferentes picos de la Sierra. 

Llegando a la cumbre.

La cumbre de Aitzgorri es un precioso mirador a la comarca gipuzkoana del Goierri, las montañas y sierras vascas, y la llanura alavesa. La ermita del Santo Cristo, situada en la cumbre, guarda la curiosa historia del crucifijo milagroso, que regresaba a la misma desde donde quiera que fuera llevado.

La ermita del Santo Cristo y el refugio, en la cima de Aitzgorri.

Desde la cima de Aitzgorri.

Tras el hamaiketako en la cima regresamos al punto de partida, tras una mañanera repleta de emociones y recuerdos que nos ha hecho evocar los viejos tiempos montañeros por el País Vasco. Un bello paseo por la  historia y la mitología vascas muy difícil de olvidar.

Texto y fotos: Antxón Urrestarazu Echániz

Obra bajo licencia Creative Commons