Septiembre es un mes muy sugerente para pasear por Cádiz. La afluencia de turistas se reduce mucho, se respira un aire de tranquilidad añorada, y las temperaturas recuperan un tono moderado que facilitan el paseo. El viento de levante refresca el alba e inunda de luminosidad el ambiente, bañando la ciudad con una luz clara, brillante, azul.

Amanecer en el puerto de Cádiz.

El viento de levante azota a Gades al amanecer.

8:00 h. Amanecer en la Punta de San Felipe. La Sierra de Grazalema.

Comenzamos el paseo con una experiencia única: el amanecer desde la Punta, en el norte de la ciudad, mientras el sol surge mágicamente entre los picos de la sierra del Parque Natural de Grazalema, unas imágenes nítidas propiciadas por el viento de levante.

El P. N. de la Sierra de Grazalema desde la Punta de Cádiz.

Amanecer en la Sierra. Vista desde Cádiz.

La Bahía de Cádiz, la Sierra y el amanecer.

9:00 h. La Alameda y el Parque Genovés. Los niños del paraguas.

De regreso de la Punta disfrutamos de dos de las joyas del paseo litoral del Casco Histórico de Cádiz: la Alameda de Apodaca y el Parque Genovés. Siguiendo el paseo perimetral del casco antiguo, los bellos jardines de la Alameda, balcón privilegiado de la Bahía de Cádiz, desde donde divisamos claramente las localidades de El Puerto de Santa María y Rota, sirven de antesala al bello y gran parque gaditano Genovés. Nos detenemos brevemente en una de sus últimas novedades, la “fuente de los niños del paraguas”, una exquisitez que debemos en gran parte al empeño en su recuperación de nuestro Jesús Oliden, gerente de Aguas de Cádiz. Una próxima publicación acerca de la misma hará las delicias de los gaditanos.

La Alameda Apodaca y el baluarte de la Candelaria, de regreso de la Punta.

Jardines de la Alameda.

«Los niños del paraguas», fuente en el Parque Genovés.

11:00 h. La playa de La Caleta y el Castillo de San Sebastián.

Continuando el paseo nos acercamos a la playa de la Caleta: esto es Cadi Cadi. Aquí se concentran el espíritu y la esencia gaditanas en su máxima expresión. La coqueta playa, encajada entre murallas castillos y baluartes, es sin duda la más popular de las 4 playas gaditanas, y es antesala del barrio gaditano más singular: La Viña.

Castillo de San Sebastián.

Playa y balneario de la Caleta.

11:30 h. El casco histórico.

Abandonamos el paseo marítimo, para adentrarnos en el casco antiguo y visitar algunos de sus rincones más conocidos: la calle Ancha es la arteria principal del laberíntico entramado de calles y callejuelas que vertebran el casco histórico, jalonado por bellas y señoriales casas de cargadores de Indias de los siglos XVIII y XIX y esbeltas torres miradores; las plazas Mina y Candelaria, junto al parque Genovés, son el “pulmón” del centro de la ciudad.

El casco antiguo desde Puerto América, en la Punta.

Luminaria de la calle Ancha.

12:30 h. El mercado de abastos. La Plaza.

Para los gaditanos, el Mercado municipal es la Plaza, el ágora de la ciudad, un singular y bello edificio neoclásico a modo de plaza porticada dórica, situado en el solar de la huerta de un antiguo convento; lugar de encuentro y charla donde la compra de pescado, carnes o verduras resulta casi una actividad secundaria, y al que los últimos años se ha añadido un concurrido rincón gastronómico.

Detalle del Mercado municipal.

El exquisito atún de almadraba en el puesto de Cucheiro.

El bienmesabe impone un poquito.

13:00 h. El txikiteo reponedor. Sopranis y La Manzanilla.

Terminamos la jornada mañanera de la mejor manera, reponiendo fuerzas. La oferta es amplia, pero hoy visitaremos un par de establecimientos que hacen las delicias de los manzanilleros o txikiteros gaditanos, los senderistas urbanos, como les gusta llamar un buen amigo amante y gran conocedor de los caldos de la tierra, manzanillas y olorosos, amontillados o palos cortados.

Taberna Ultramarinos Sopranis.

La taberna del Ultramarinos Sopranis es una delicia. Situada en la calle del mismo nombre, es un curioso establecimiento de los años veinte que dirigen de forma magistral y con gran amabilidad los hermanos Joaquín y José Chulián. Uno de los últimos almacenes que poblaban Cádiz hace decenios, y que forman parte de la mejor historia de la ciudad. Tapeo frío a tu gusto, y vinos finos de Chiclana o un rico albariño para acompañar.

Taberna La Manzanilla de la calle Feduchy de Cádiz.

La taberna La Manzanilla de la calle Feduchy es el templo gaditano más relevante. Vinos de Sanlúcar criados en botas centenarias, un tabernero único y gran conocedor de la cultura del vino del Marco, Pepe García, y un ambiente y una tertulia de parroquianos fieles de copita diaria. Una manzanilla, dos aceitunas y una delicia de berberechos del amigo Quino, de conservas Cuca, colman un magnífico paseo mañanero de septiembre.

Texto y fotos: Antxón Urrestarazu Echániz

Obra bajo licencia Creative Commons