Los de Euskádiz hemos hecho del hamaiketako (lo de las once), una tradición sagrada. Ese piscolabis, refrigerio o tente-en-pié está presente en cada una de las excursiones, si bien en nuestro caso lo disfrutamos en torno a las 12. En nuestra visita anual al Flysch de Tarifa tampoco podía faltar.

Tras la finalización de la temporada montañera, se ha convertido en un clásico la visita anual al Flysch del Estrecho de Gibraltar, el paraíso de las piedras parlantes, una de las maravillas geológicas de la provincia de Cádiz. Tras alojarnos en el acogedor complejo rural de Huerta Grande, en la barriada de Pelayo, el sábado descendimos hasta la línea de costa cercana a la barriada y playa de Guadalmesí.

Y tras un bonito paseo por el acantilado y la rasa mareal, con baño incluido de los más valientes, llegó la hora del hamaiketako, ese delicioso piscolabis a medio camino entre el desayuno y la comida que, cuando es más copioso, los vascos llamamos almuerzo (en Cádiz llaman más habitualmente almuerzo a la comida del mediodía). En los hamaiketakos de Euskádiz, junto a alguna tapita, frutos secos, algo de embutido o, queso, nunca falta el excelente vino oloroso que Jesús Oliden cría con esmero en su pequeña barrica o bota.

Os dejamos el magnífico reportaje fotográfico que hicieron Jesús y Arantza del Flysch del Estrecho y su preciosa rasa mareal.

Fotos: Arantza González y Jesús Oliden

Antxon Urrestarazu

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