Decía mi paisano y profesor Fernando Savater que “los donostiarras tenemos fama de estar exagerada y hasta un poquitín ridículamente enamorados de nuestra ciudad”. Por algo nos llaman “ñoñostiarras”. Pero lo cierto es que para cualquier observador objetivo los atractivos turísticos de San Sebastián son innegables. La Concha, el Peine del Viento, los festivales de cine y de jazz, la cocina vasca y los pintxos; todo ello forma parte de un escaparate mundialmente reconocido. «¿Cómo existen las ciudades que amamos? ¿Qué lugar ocupan? ¿Son reales como la vigilia o reales como los sueños?». F.S.

La Concha

Es difícil combatir la imagen de San Sebastián condensada en la Concha, con la isla de Santa Clara de fondo y la barandilla de blanca guirnalda en primer plano, pero yo quiero mostraros hoy una ciudad diferente. Un conjunto de 9 estampas, lugares con encanto, gentes, rincones y costumbres que os darán una imagen más cotidiana, más cercana a los propios donostiarras.

1. Un escritor. Pío Baroja

Pío Baroja

Mi paisano y admirado escritor Pío Baroja nació en la calle Oquendo de San Sebastián un 28 de diciembre de 1872. Una placa situada de manera equivocada en una finca colindante, en opinión de su sobrino Julio Caro Baroja, y un busto en la cercana plaza de Oquendo (“me contentaría, si esto fuera posible, con que la gente que lo contemplara, en el porvenir supiera que el que sirvió de modelo a esta estatua era un hombre que tenía el entusiasmo por la verdad, el odio a la hipocresía y la mentira y que, aunque dijeran lo contrario en su tiempo, era un vasco que amaba entrañablemente a su país”), nos recuerdan al genial novelista, algo gruñón en ocasiones, que lanzó más de una diatriba contra su ciudad natal, en especial en su obra «Juventud, egolatría».

2. Un recuerdo de la historia. El funicular del Monte Igueldo

El funicular de Igueldo

“Mi infancia son recuerdos…..”. En mi memoria guardo con especial intensidad los sonidos del viejo Funicular que asciende al Monte Igueldo desde hace 100 años. Y no solo por la fiesta que nos aguardaba a su llegada. Era el suave murmullo de los cables de acero y el ruido de las viejas puertas de madera que estallaban estrepitosamente rompiendo ese misterioso viaje que nos embargaba durante unos minutos. Este Patrimonio histórico de la ciudad fue inaugurado el 25 de agosto de 1912, es el más antiguo de Euskadi y el tercero de España. Fue proyectado por el ingeniero Emilio Huici en colaboración con la empresa Suiza Von Rollom. El viejo funicular con vagones de madera y cables de acero, que salva un desnivel de 160 m con una pendiente del 33 %, resiste, de momento, los envites de la modernidad. Una plataforma ciudadana lucha por su conservación.

3. Un lugar misterioso. El cementerio de los ingleses

El cementerio de los ingleses en el monte Urgull

El Monte Urgull es un parque urbano y un lugar privilegiado de San Sebastián que me sumerge en los recuerdos de juegos infantiles entre restos de la antigua fortaleza y que no debe ser olvidado en una visita a la ciudad; un lugar que aglutina lo mejor de la ciudad, su historia, vistas inigualables hacia la Bahía, el puerto y el Paseo Nuevo, paseos románticos, mágicos y misteriosos, y rincones con un encanto especial. Uno de ellos es el Cementerio de los Ingleses, uno de los espacios más relajantes y atractivos del Monte, inaugurado en 1924 en presencia de las reinas Maria Cristina y Victoria Eugenia, en recuerdo de los soldados ingleses que cayeron luchando contra los ocupantes franceses de la ciudad y, treinta años después, contra los rebeldes carlistas.

4. Una costumbre ancestral. El txikiteo

Txikiteo en la Bodega Donostiarra del barrio de GrosEl txikiteo (ir de vinos) es un acto social en Euskadi que se remonta a más de un siglo de antigüedad, consistente en la ronda diaria de vinos que realizaban las cuadrillas de amigos antes de comer o de cenar. He escuchado a mi aitá contar la versión original de dicho acto social, según la cual, tanto en el intermedio, como a la finalización de la jornada laboral, se encontraban los amigos para visitar los bares habituales y tomar tantos “txikitos” como miembros tuviera la cuadrilla o bares formaran parte del recorrido. El acto social incluía animadas charlas que en ocasiones finalizaban en canciones a capela con vocación coral. No se trataba sólo de un pasatiempo sino un estilo de vida, un ritual en ocasiones letal. La versión moderna ha ido derivando hacia una combinación de acto social y disfrute gastronómico (pintxos).

5. Una tradición marinera. Las regatas de traineras

Regatas de traineras de la Concha
Siendo jóvenes era muy habitual, llegado el mes de septiembre, que los dos primeros domingos del mes nos desplazáramos la cuadrilla de amigos hasta las laderas del Monte Igueldo para presenciar las regatas de traineras de la Concha, acompañados de los correspondientes prismáticos y un almuerzo en condiciones. Las regatas de la Concha son un acontecimiento social y deportivo que moviliza a gran parte de la provincia y la capital donostiarra y su origen se remonta a la actividad pesquera y marinera desarrollada en el litoral cantábrico. La rivalidad deportiva y el colorido de banderas y camisetas conviven con la fiesta y la gastronomía, abarrotando la ciudad y los bares de la Parte Vieja. El espectáculo bien merece vuestra visita.

6. Un rincón gastronómico. Bar Paco Bueno

Bar Paco Bueno en la calle MayorEl Bar Paco Bueno de la calle Mayor de San Sebastián forma parte de la historia de la ciudad en distintas facetas. Paco Bueno padre, su primer propietario, fue una de las grandes figuras del boxeo de la época, junto a Paulino Uzkudun y Urtain, en una época en que este deporte no tenía la prensa actual. Abrió el bar en 1950, tras retirarse del boxeo. Sus hijos han formado parte de los mejores equipos de rugby en la época gloriosa del rugby guipuzcoano, siendo «Chufo» uno de los jugadores internacionales más importantes. Y Paco Bueno hijo es, además de amigo y buena persona, un gran tabernero que regenta, junto con su mujer María Jesús y demás familia, uno de los bares más populares y koskeros de San Sebastián, el cual visito en cada ocasión que me acerco a Donosti y tiene unos pintxos de “quitarse el sombrero”: los fritos de gambas o calamares (gabardinas) entre otros. Además veranea año tras año en la provincia de Cádiz, hasta haberse convertido en un enamorado de esta tierra gaditana.

7. Una joya artística. El Kiosko del “Bule”

El Kiosko modernista del "Bule"

Los recuerdos de mi infancia me trasladan a aquellos domingos de verano de ambiente familiar, en la antigua alameda del Boulevard, junto a un kiosko rodeado de sillas de madera y una hermosa jardinera llena de hortensias en su perímetro exterior, mientras mi aitona Juanito y mi aitá asistían a algunos de aquellos conciertos de la banda de música municipal y luchaban por inculcarnos sus aficiones melómanas. El kiosko del boulevard donostiarra, antesala de la Parte Vieja, combina lo mejor de las tradiciones sociales de la ciudad con su valor artístico, a medio camino entre la arquitectura y la orfebrería. Obra modernista en vidrio y metal que reúne las mejores características de la delicadeza, la proporcionalidad y la gracia. Su delicada factura, sus columnas de fundición, la estética francesa, todo ello tiene un claro regusto de Belle Epoque. Aunque es atribuido en muchas ocasiones a Eiffel, en realidad fue realizado por Ricardo Magdalena en 1906.

8. Un encuentro cultural. Museo San Telmo

Museo de San Telmo en la plaza Zuloaga

El hermoso convento de dominicos fundado en el siglo XVI por el Secretario de Carlos V, Alonso de Idiáquez, alberga uno de los museos más bonitos que he visitado en mi vida. Este pequeño Museo San Telmo, situado en la falda del Monte Urgull, junto al Paseo Nuevo, y en el umbral de acceso a la Parte Vieja desde el mismo, es uno de los recuerdos que mejor guardo de mi ciudad. En la época en que lo visitaba no existía el nuevo edificio anexo que vemos en la foto y lo que creo que me sobrecogía era el propio edificio, la oscuridad, el claustro, las estelas funerarias que inspiraron a Jorge Oteiza y los gigantescos y magníficos frescos de José María Sert que, por sí mismos, merecen una visita al museo.

9. Un comercio señero. Pastelería Otaegui

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Para endulzar un poco estos sombríos tiempos, y en homenaje a mi amá Martxeli, que me concibió en esta hermosa ciudad, os recomiendo la mejor pastelería de la ciudad y en muchos kilómetros a la redonda: “Pastelería Otaegui”, una Casa fundada por Pedro Otaegui y Emiliana Malcorra en 1886. La tercera generación cuenta con 5 establecimientos repartidos por la ciudad y los mejores pasteles y tartas que se pueden encontrar en la tierra. Y creo que no exagero.

La ciudad de la Concha os aguarda, venid, habitadla poco o mucho y dejaos poseer por ella.

 

Antxón Urrestarazu Echániz

Obra bajo licencia Creative Commons

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