Me une una grata amistad con Vicente Sordo, ese montañés afable y de corazón caliente que regenta uno de los establecimientos más populares y singulares de la provincia de Cádiz, el Bar Vicente, antiguo “Los Pepes”, junto al Mercado municipal de El Puerto de Santa María. Un lugar con historias fascinantes, entre las cuales cabe citar la de su papel premonitorio en el nacimiento de Euskádiz.

 

Cuando Arantza descubrió hace unas semanas el artículo de Elvira Lindo de octubre de 2003 en El País, en el que hablaba de Euskádiz y lo definía como un territorio mítico, nuestra sorpresa fue mayúscula. Elvira anunciaba lo que años después crearíamos como un proyecto cultural y turístico entre dos tierras, y encima lo hacía desde uno de los lugares portuenses por el que sentimos especial predilección: ese café, taberna, foro tertuliano y lugar de encuentro de todo el paisanaje local que toma el nombre de sus últimos propietarios: Bar Vicente “Los Pepes”.

La historia del establecimiento viaja hasta la antigua Carnicería del Rey ubicada en el solar hacia el siglo XVII, parte de cuya estructura es visible en la actualidad; la actual fachada se remonta a 1881. Todo un emblema del patrimonio histórico de la ciudad que tuvo su reconocimiento público en 2003, cuando recibió el Diploma del Centro Municipal de Patrimonio Histórico, y que la casualidad y el destino común me llevó a compartir en calidad de Director de la Escuela Taller del Palacio de Purullena.

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Un torbellino de gentes de la más variada condición frecuenta el local desde primeras horas de la mañana para dar cuenta, entre un orfeón ensordecedor de voces y gritos, de la ración de churros recién comprados en el anejo Mercado. “En Vicente, los dos Pepes se dan cita a media mañana una señoras gordas y extraordinarias en bata de flores que vienen del mercado y que se beben el cafelito con leche en vaso y sin quitar la cuchara del vaso. Las adoro. Viéndolas, llegas a la conclusión de que lo que le falta a Paz Vega para ser la verdadera Carmen andaluza son kilos. ¿Qué grupo sanguíneo tendrán dichas matronas para ser tan auténticas y mover las manos de esa manera tan graciosa que parece que están bailando?” (E. Lindo).

bar-vicente-elvira-lindo-euskadizAmas de casa, funcionarios locales de vida placentera, vendedores del cercano Mercado, comerciantes de La Placilla y lo más representativo de la picaresca portuense frecuentan el bar cada día, agradecidos y atraídos por la figura amable y servicial de Vicente Sordo, quien tiene en su hijo del mismo nombre una versión que anuncia mejoría.

Hacia el mediodía comienza el tapeo gaditano acompañado del vino fino o el oloroso: el hígado “encebollao”, las croquetas “de mi mare”, las albóndigas “de choco”, un sinfín de pequeños y sabrosos bocados de comida casera para regalo de los parroquianos.

El local es también un interesante punto de encuentro cultural: “los jueves del Bar Vicente” es un foro y tertulia cultural que se celebra el primer jueves de cada mes a los mandos de nuestro benefactor portuense, José Ignacio Delgado Poullet “Nani”, y en el que se abordan interesantes temas históricos, artísticos y literarios.

El Bar Vicente forma ya parte de mi historia gaditana, y portuense en particular. He pasado muy buenos momentos en él en compañía de Vicente, Demetrio, el encargado del Mercado, y otros muchos amigos y amigas. Por todo ello, y aunque sea en el papel de un desconocido, no me importaría nada compartir con Elvira Lindo su último deseo : “Algún día, cuando yo sea mítica, me gustaría que pusieran mi foto en ese rincón de Vicente, los dos Pepes. Es lo único que espero de la posteridad. La gente no sabrá si estoy ahí por mariquita, por flamenca, por artista o por tonta del bote”.

La tonta del bote (Elvira Lindo)

 

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Antxon Urrestarazu

Obra bajo licencia Creative Commons

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