Si mis paisanos vascos José María Lerchundi e Hilarión Sarrionandia levantaran la cabeza y volvieran a asomarse a la terraza del convento franciscano de Regla en Chipiona, al igual que debieron hacer habitualmente allá por 1882, volverían a encontrarse con la imagen del diario emerger y sumergirse de la conocida como Piedra Salmedina, precioso y a la vez peligroso arrecife que se convirtió hace unos días en destino de una apasionante aventura marinera, al estilo de aquellos célebres conciertos de los años 70 en la Isla de Wight, aunque en este caso a escala mucho más reducida. Se trata del concierto anual, y va por la sexta edición, que nuestro amigo y embajador chipionero Ramón Gutiérrez Toscano organiza cada año con tanta pasión como entrega.

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El escenario no puede ser más evocador. El oscuro arrecife que emerge de las profundidades en cada bajamar, así como el sinfín de historias, leyendas y fábulas que lo acompañan y nos remontan a la época de los tartessos, conforman un escenario mágico y añaden el picante preciso para un viaje que anuncia fuertes emociones.

mapa-salmedina-euskadizNos dirigimos a los restos del promontorio donde estuvo el palacio del gigante tricéfalo Gerión, primer rey mitológico de tartessos, esa civilización a la que rodean la magia y los secretos; al lugar donde Estrabón y Mela nos sitúan la “Torre Caepionis”, ese faro que servía en la Antigüedad como guía a navegantes y en cuyo entorno fueron encontradas tres marmóreas tumbas de la nobleza romana; al testigo geológico del innumerable trasiego de navíos, galeones y toda suerte de embarcaciones que surcaron la peligrosa y misteriosa barra rocosa del Guadalquivir, donde tantos de ellos naufragaron y continúan sumergidos en la desembocadura del mismo a la espera de buscadores de tesoros; a los restos de la cantera que en distintas épocas fue explotada por los romanos y las huestes de Felipe II, tal y como recogen las Actas capitulares del ayuntamiento de Sanlúcar: mucha historia, muchos secretos y un lugar mágico en un entorno natural fascinante.

Hacia allí partimos desde el puerto de Chipiona en una tarde soleada, siguiendo las corrientes  provenientes de la desembocadura del río y que empujan en dirección al islote. Una pequeña flotilla de variadas embarcaciones que van dejando a babor la figura esbelta del Faro de Chipiona y la silueta entrecortada del Monasterio de Regla. Nuestro patrón, guía y mejor anfitrión Julio Mellado acompaña la travesía con toda suerte de datos e informaciones de interés acerca del entorno y nos coloca a los pies del arrecife encabezando el tropel.

Tras el desembarco todo aquello se convierte en un continuo vaivén de aparatos, cajas y porteadores voluntarios que en breve plazo improvisan el que será el escenario musical más precario que quepa imaginar. Altavoces, cables, una mesa de sonido improvisada en un santiamén, pruebas de sonido acompañadas de un copitas de vino de la tierra y la bella estampa de Chipiona como telón de fondo. Todo preparado.

El arrecife continúa creciendo con la bajamar y se convierte en una bella plataforma salpicada de charcos sobre la que dos grupos musicales locales interpretan bellas versiones de Pink Floyd (Alternative 3) y Elvis Presley, mientras el sol desciende imparable y anuncia una puesta de sol de variadas tonalidades. Es el momento de volver a puerto y despertar de un suave sueño no exento de aventura y bellas emociones. Mejor que las palabras, este reportaje fotográfico os dará la medida de lo allí vivido. El año que viene repetimos.

 

Os dejamos el concierto del 2012 para que os hagáis una idea sonora de lo que os hemos contado:

Nuestro agradecimiento a Ramón Gutierrez, Julio Mellado, Pepe Mellado y al Blog del cronista.

Antxón Urrestarazu

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