Bodegas Tradición. Dos miradas sobre vino y arte más un deseo

Quizás sea el cuadro de Tiziano “La bacanal de los andrios” una de las mejores evidencias de cómo el vino y la pintura han llegado a compartir esa “fiesta perpetua que cruza como un viento caliente las hondas selvas vivas”, como dijera Ortega y Gasset. La alegría sensual del vino, ese “dios sabio, fecundo y danzarín”, ha sido reflejada en el arte pictórico a lo largo de los siglos. Sensualidad y sensibilidad artística acompañados de Dionisos y Baco.

Primera mirada

Vino y arte, el arte del vino. El vino de Jerez es un vino único en el mundo: su historia, sus características orográficas o su sistema de crianza, entre otros aspectos, lo convierten en un patrimonio excepcional. Si además se apuesta por la crianza de vinos viejos (VOS-Vinum Optimum Signatum; o VORS-Vinum Optimum Rare Signatum), con más de 20 y 30 años respectivamente, estamos a punto de tocar con los dedos y sentir los placeres celestiales que debieron disfrutar nuestros nunca suficientemente adorados dioses Baco y Dionisos. Y a ese menester dedica su empeño una antigua bodega jerezana, a facilitarnos el glorioso placer de encontrar en una botella de vino todo un mundo sensual inabarcable.

En Bodegas Tradición de Jerez han querido contribuir a ese legendario y fecundo maridaje espiritual y sensorial entre el vino y el arte, uniendo en un mismo espacio bodeguero los vinos más añejos y exquisitos, con una extraordinaria colección privada de pintura española en la que no faltan autores que tuvieron en el vino el objeto de su arte, como Goya (La vendimia o El otoño) o Velázquez (Los borrachos).

Antxon Urrestarazu

Segunda mirada

El azar quiso, hace pocos años, que una lluvia inesperada truncara mi visita a una yeguada y me encontrase casualmente con las joyas que se esconden en las entrañas de esta bodega/pinacoteca: esos vinos de los que nos ha hablado mi amigo Antxon y parte de la Colección Joaquín Rivero de pintura española (siglos XV al XIX), que comparte espacio con ellos desafiando las peculiares y contradictorias condiciones en cuanto a humedad y temperatura que cada cual necesita para sobrevivir. ¡Cuánta belleza, sabiduría y sensibilidad conviviendo en el silencio y la penumbra del recinto! Exquisita embriaguez que alcanza a todos los sentidos de los amantes de estos dos misteriosos oficios que, desde el principio de su existencia, nos han atrapado y fascinado sin remedio.

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El azar ha querido nuevamente que vuelva a saborear y entender esta unión inesperada en la que el vino, en su proceso de crianza, habla, le dice cosas a su creador y éste entiende el camino que debe seguir para conseguir arte con él. Mágico suceso que comparte con la pintura, en la que la obra en proceso también se comunica e intima con su autor para ayudarle a elevarla y pasar de simple cuadro a pura sensación que trascienda y enamore.

¿No es extraño que a ambas artes, que tanto necesitan contar y sincerarse con sus creadores les siente tan bien el silencio y la penumbra en la que duermen?

¿No es extraordinario el potencial y la energía que las dos poseen y despliegan ante la visita de un tercero?

Comparto con Artur Ramon el hecho de que “No hay ningún sitio, lejos de casa, donde me encuentre más seguro que en un museo. Los museos son para mí como un segundo hogar que me cobija cuando deambulo por las galerías llenas de historias o de cuadros.” (de su libro Nada es bello sin el azar) Por lo tanto, es fácil imaginar el placer que para algunas personas puede suponer pasear por esta combinación milagrosa de grandes maestros y vinos viejos que nos ofrece Bodegas Tradición.

Alberto Reina

Posdata: el deseo de un tercero.

Es una lástima no habernos podido encontrar con los retratos de cuerpo entero de Carlos IV y María Luisa de Parma, de los mejores de Goya y similares a los pintados en el retrato familiar. ¡Otra vez será!