Nos acompañan en nuestras excursiones por la Sierra de Grazalema y por el P.N. de los Alcornocales. Son los buitres leonados, aves imponentes siempre al acecho con sus espectaculares vuelos circulares. Este poema de Rafael Sánchez Ferlosio los evoca con bellas palabras.

Es rara la excursión en la que no salgan a nuestro encuentro. Vigilantes desde las elevadas atalayas de los picos de la Sierra de Grazalema, o en armoniosa danza sobrevolando nuestros pasos y al acecho de la ansiada presa ocasional. Son los buitres leonados, los intrépidos carroñeros, los «eremitas de las cumbres«.

Los Canchos de Ramiro

Quince buitres imagino,
diez son negros, cinco pardos;
los pellejos del gañote,
rosa rojo amoratado
y el collar blanquiamarillo,
del plumón más delicado.
Casacas de paño adusto,
gorgueras de gurrilato:
los alguaciles del viento
que expande luctuosos fastos;
alguaciles altaneros,
para honores funerarios:
inmensa corona alada
de los muertos no enterrados.
Monjes sin regla y sin votos,
sin virtudes ni pecados;
pechos sin gozo y sin pena;
ojos sin risas ni llantos.
Eremitas de las cumbres,
vigías de los nublados,
dioses de cielos adversos
y de caminos contrarios.
Los verás al sol poniente,
cuando aún doran sus rayos
las más altas cresterías
que coronan los barrancos,
en el cancho inaccesible,
dormitando.
¿Cavilan bienes o males?
¿Urden provechos o daños?
¿Huelen la pólvora muerta
de las guerras del pasado?
¿Tejen las hebras del cierzo
con sañas de empecinado?
¿Saben la tierra que mezcla
los cráneos de los soldados,
el cenagal que fue tumba
de cañones y caballos?
Viandante, no les preguntes
cómo, ni dónde, ni cuándo,
ni esperes que ellos decidan
quién fue el bueno, quién fue el malo,
que el cabal sepulturero
no hace acepción de finados,
ni quiere oír de inocentes
ni conocer de culpados:
si banderas decidieron
y nombres discriminaron,
para matados a espada,
indiferencia es descanso.
Alas abiertas y quietas
sobre los vientos más altos,
rueda de sol y de muerte
al mediodía girando.
Tampoco leerás en ella
agüjeros buenos o malos;
vuelo que escribe en redondo
no apunta predestinados,
garra que graba en carroña
cancela sinos marcados.
Cruda y desnuda memoria
despliega sobre los campos
el silencio de sus alas,
como un manto.
Rafael Sánchez Ferlosio. Campo de retamas.

 

Video de Jesús Oliden Maura

Fotos: Euskádiz

Antxon Urrestarazu

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