Nuestro amigo Nono Esquivel, de la Venta El Toro de Vejer de la Frontera, nos cuenta su viaje por Euskadi del pasado otoño. Ahora que Euskádiz está preparando su próximo viaje al País Vasco, aprovechamos su “Viaje al Norte” para enlazar algunas de nuestras entradas anteriores referidas a los sitios  de los que nos habla en su reciente visita.

 

Con ganas de evadirnos de esta dulce condena de nacer y vivir en el Sur, locos por viajar, tiramos al Norte, a Euskadi, aprovechando el descanso en el trabajo. No soy persona de planificar demasiado mis viajes, sino que sobre la marcha intento ir adaptando tiempos y lugares a visitar en función de las circunstancias y acontecimientos. Así, pretendíamos dejarnos llevar por la sorpresa, descubrir el encanto de su paisaje, conversar con sus gentes y darle al paladar.

La única referencia que tenía antes del viaje era un óleo que cuelga en mi centro de trabajo (Venta El Toro, Santa Lucia, Vejer) de San Juan de Gaztelugatxe y de un buen recuerdo de un viaje juvenil que hice en furgoneta desde Cádiz con unos amigos allá por 1995 (si no recuerdo mal), y por supuesto alguna que otra entrada en el buscador de Google, aunque, os confieso, no busqué demasiado.

viaje-costa-euskadizLa idea: recorrer en coche la costa desde Bilbao hasta San Sebastián desde el 7 de noviembre y regresar a Bilbao el 10 para dar el salto a París el 11 de noviembre. Lugares que ideamos visitar: Bilbao, San Juan de Gaztelugatxe, Bermeo, Mundaka, Bosque de Oma, Lekeitio y San Sebastián.

Decidimos viajar desde Sevilla a Bilbao tomando el primer vuelo de la mañana. La primera sorpresa: coincidimos en el avión con el torero sevillano Antonio Nazaret, con el cual compartimos el susto del despegue, el del aterrizaje y alguna que otra conversación sobre toros.

La segunda sorpresa, aunque ya preveíamos algo así: 25ºC en pleno mes de noviembre. Cielo azul y un sol de mangas cortas más típico del Sur que de estas latitudes… ¡viva el Norte! …y nos dijimos «¡cambio de planes, nos vamos para la costa ya!». Aun así nos dio tiempo a desayunar en el emblemático Bar Iruña y recorrer algunas calles del Casco Viejo, tomar un pintxo en el Bar Bilbao y pasear por el entorno del Guggenheim. Ya tendríamos más tiempo a la vuelta.

GaztelugatxeCon pequeñas paradas en Sopelana, Plenzia, Bakio y tras recorrer una preciosa, tranquila y serpenteante carretera secundaria, sobre la una de la tarde estábamos en la Ermita de San Juan de Gaztelugatxe tras subir sus doscientos treintaytantos escalones (no pude contarlos todos, la vista a cada paso no me lo permitía). Merece la pena subir por muy empinado que parezca, las sensaciones allí arriba son indescriptibles.

En Bermeo, puerto pesquero por excelencia, paramos para picar algo antes de continuar hacia Mundaka donde haríamos noche. Allí recordé esa «izquierda» tan famosa de la cual hablan los surferos de todo el mundo y pudimos pasear contemplándola antes de dormirnos en un bonito y confortable hotel junto a la iglesia del pueblo.

Partiendo de Mundaka, siguiendo la carretera de la costa, dejando a un lado Guernica, puedes desviarte y acceder al entorno del Bosque de Oma del pintor Agustín Ibarrola, en pleno corazón de la Reserva Natural de Urdaibai. Andar una hora bajo la lluvia no es tortura cuando llegas al bosque encantado. Otra sorpresa: un entorno idílico, mágico, absorbente y embriagador en el que se te abren todos los sentidos, aún con el txirimiri calándote por completo; no oía los consejos de mi compañera para abandonar aquel lugar antes de que el txirimiri se convirtiera en algo peor. Tuvimos suerte, el coche tenía una buena calefacción.

hondarribia-euskadizNuestro trayecto nos invitaba a realizar pequeñas paradas mientras proseguíamos nuestro viaje por la costa vasca: Lekeitio, Getxo, Mutriku, donde pasamos por el bar de su Cofradía de Pescadores; Zarautz, donde tomamos café y dulces en la cafetería del emblemático restaurante de Carlos Arguiñano, si bien, y dados a conocer, propusimos pasar noche en Hondarribia y dejar San Sebastián para el sábado. Esta ciudad, fronteriza con Francia, compite con nuestro pueblo, Vejer, en ser escenario de la nueva novela del escritor italiano Federico Moccia. Antes no habíamos oído hablar de esta localidad. Nos sorprendió gratamente tanto su casco viejo, bien armado por su muralla y su mítico Parador Nacional, así como su carismático barrio de pescadores lleno de numerosos bares y tiendas. Tal vez tenga otro encanto durante los meses de verano, pues parece tener un bonito y gran puerto deportivo, aunque no cambiaría noviembre por agosto para visitar esta localidad, puede ser de autentica locura.

Como locura fue encontrar habitación en San Sebastián durante el fin de semana del 9 al 10 de noviembre. Otra sorpresa. ¿Por qué?, una carrera popular, la Behobia-San Sebastian, con más de 28.000 personas inscritas. No había manera de encontrar habitación en los hoteles céntricos más asequibles a nuestro bolsillo. Tras unas llamadas, y alguna recomendación de nuestro portal amigo de Euskádiz, pudimos reservar un bonito hotel al final del paseo de La Concha, cerca del Club de Tenis y a un paso de «El Peine del Viento«. Accedimos a San Sebastián atravesando el monte Jazquibel al dejar Hondarribia.

pintxos-euskadizY San Sebastián, ¿qué decir?, la joya vasca, una obra de arte a orillas del mar, con una presencia brutal. La ciudad donde probé por primera vez el txakolí, ese vino espumoso que te desdibuja. Un casco viejo lleno de vida, con mil sitios donde entrar y probar. El primero en las inmediaciones del mercado, y otros cientos…un placer. Dos días de autenticidad, paseos contra viento y marea, ver las olas rompiendo sobre las rocas y 28.000 personas entrando en meta, te dicen que la vida es otra cosa bien distinta a como te la cuentan.

El domingo nos despedimos de La Concha y tomamos la autopista rumbo a Bilbao. Con ganas de descansar de un fin de semana intenso; nos quedaba el lunes por la mañana para visitar la ciudad antes de tomar el avión camino de París. El Casco Antiguo, su Mercado Central, la plaza Nueva con el Bar Bilbao y Victor Montes, los más afamados, pero con otros llenos de encanto y buena gente. Fuera del centro, el bar EME y sus famosos sandwiches, el Palas, una taberna donde se bebe vino en porrón, botellines y unos bocatas de bonito con una salsa picante que no lo vence ni el botellín ni el Porrón.

esquivel-euskadizImágenes enviadas por el autor del post.

Nono Esquivel. Vejer.

Obra bajo licencia Creative Commons

Si te ha gustado este reportaje, haz clic abajo, en alguna de tus redes favoritas, para que tus amigos puedan verlo. Gracias.