El historiador gaditano Juan Antonio Fierro ha escrito un reportaje para nuestro Blog sobre la estirpe vasca de los Aguirre Larraondo, como ya hiciera antes acerca de los Garaycoechea, sagas vascas que dejaron sus huellas en Cádiz, y que podéis seguir en nuestra sección de historias de vascos y gaditanos.

Los orígenes vascos de los “Aguirre” gaditanos, son indudables, más si además valoramos su contexto familiar, donde los encontraremos vinculados con los “Olavarría” o los “Larraondo”. Así pues, y aunque no hemos podido confirmar la localidad de la que eran oriundos, si sabemos que los “Larraondo” procedían de Orozco, en el Señorío de Vizcaya. Las vinculaciones de estas ramas gaditanas con aquellas tierras debieron ser fluidas. De hecho, el último miembro de aquel linaje, Dña. Maria Dolores Aguirre Larraondo, incluiría en su testamento, fechado en enero de 1887, un total de 20.000 reales de vellón para su tío segundo D. José Ángel Larraondo, que vivía en Bilbao, cantidad que también donó a las monjas del Convento de Orduña.

La abundancia de datos obtenidos nos lleva a tener que resumirlos y seleccionarlos. Así, los más antiguos se remontan al 27 de marzo de 1778, cuando Francisco Javier de Aguirre y Chamorro, mercader y vecino de Cádiz, parte en la fragata Portobeleña hacia el puerto de Honduras con su esposa Ana Cristina Larios, su hijo Luis Pedro, que solo tenía dos meses, y la servidumbre. A Francisco Javier lo encontraremos posteriormente en documentos americanos con el oficio de Teniente Coronel, y ya en 1810 solicita a la Corona el traslado a la ciudad de Nueva Guatemala.

Allí se documenta la segunda generación, a través de su hijo Luis Pedro de Aguirre Larios, quien ejerció de miembro del Consejo de su Majestad y Oidor Honorario del Reino. Casado con María Concepción de Bernabé y Suarez, tuvieron al menos un hijo, Francisco Javier Aguirre Bernabé y Madero.

En este contexto, se ha de considerar que los “Aguirre” tuvieron una estrecha vinculación familiar, que tendieron lazos entre ambas orillas atlánticas, y que influyeron secundariamente al comercio y tráfico marítimo entre Cádiz, Centro América y el Cantábrico. Nuestra ciudad, convertida en cabecera de la flota, no fue sólo el puerto donde comenzaron esta andadura, sino además a donde vuelven en la tercera generación, coincidiendo con los momentos de emancipación de aquellos territorios, iniciados en 1824. Retorno entonces justificado por el casamiento del hijo de Luis Pedro, el 20 de diciembre de 1834 en la parroquia de San Antonio. Se trata de Francisco Javier Aguirre Bernabé y Madero, natural de Nueva Guatemala, quien se desposó con María del Carmen Larraondo Urruela, nacida en la misma ciudad. Matrimonio que pasó a residir en la calle de Linares número 15 (actual Buenos Aires), donde para entonces ya vivían sus padres. Fruto del enlace fueron tres hijos, de los que sólo sobrevivió María Dolores Aguirre Larraondo, quien, nacida el 2 de agosto de 1840, tuvo una azarosa vida.

Con sólo 18 años se desposó el 8 de septiembre de 1858 con Manuel Ortiz Urruela, de 39 años, natural de Nueva Guatemala, “parientes en segundo y tercer grado”, por lo que tuvo que solicitar las licencias eclesiásticas necesarias. De aquel enlace nacieron dos hijas, María del Carmen y Mariana, pero pronto la desgracia anidó en la pareja, de forma que el cabeza de familia falleció en Guatemala el 16 de junio de 1861, teniendo entre sus cargos el de Cónsul de la República de El Salvador. Meses después, el 29 de octubre, moría su hija María del Carmen, y ya el 11 de noviembre de 1862, también dejaba este mundo la segunda, Mariana.

Viuda con 22 años y sin hijos, María Dolores intentó dos años después rehacer su vida casándose el 26 de noviembre de 1864 con Anastasio Martín Suárez, sin que este matrimonio tuviese fruto alguno. Tras su muerte por hidropesía, ocurrida el 26 de enero de 1887, fue enterrada en el Cementerio de San José, emplazado en el Extramuros.

En su testamento había previsto la construcción de un mausoleo, en el que se invirtieron un total de 140.000 reales de vellón – cantidad muy elevada para entonces- tanto para la adquisición del terreno, como para su construcción. Allí fueron depositados los restos de sus padres, abuelos, hermanos y los suyos propios; una construcción que para noviembre de aquel año estaba terminada. La prensa local informaba entonces de la impresión popular que había causado, diciendo que lo había realizado “el acreditado marmolista Alejandro Valdasi”, estando hecho “con rico mármol de Carrara. Se trata de una notable escultura.”

Dña. María Dolores Aguirre Larraondo fue la única heredera de una gran fortuna, formada por las herencias de sus padres, abuelos, maridos de su primer y segundo matrimonio. Posesiones que encontraremos detalladas en su testamento (que lo rehízo más de diez veces); aunque sólo sería válido el último fechado el 20 de enero de 1887. En él, compuesto por 49 cláusulas, expone cuál es su última voluntad, dejando a su vez sin efecto todos los anteriores. Curiosamente aparece el detalle en tres tipos de moneda:, la usual reales de vellón; la nueva en pesetas (1= a 4 reales), sobre todo el documento referente a las particiones y las cantidades excepcionales; y mayores en duros (1= a 5 pesetas); incluso se emplea como referencia el pago en oro de la dote matrimonial.

Así pues, y al no tener herederos directos, se detecta una gran religiosidad, sumado a un espíritu muy caritativo; tanto con familiares cercanos y lejanos, como con el clero y órdenes religiosas. Aspecto éste en el que resalta la entrega a la Virgen del Rosario de un aderezo personal de brillantes y oro para su Corona; pero su gran aportación, que aún perdura, va a ser el apoyo que hizo a la nueva orden franciscana religiosa de monjas del “Rebaño de María”, donde aún se le recuerda como benefactora y donde guardan como reliquias todos aquellos objetos que le pertenecieron en la casa Generalicia de la calle Costa Rica número 5. Cuestión ésta a la que prestaremos más atención en un próximo trabajo.

Por último, poner de manifiesto nuestro agradecimiento al apoyo que hemos tenido de nuestro amigo D. José Collantes, a la vez que informar que en la actualidad, y con motivo del Centenario de la muerte de la fundadora, las monjas franciscanas del Rebaño de María han programado diversas actividades. Entre ellas figura una exposición sobre la labor desarrollada por dicha orden, en el que se incluyen visitas guiadas al edificio de la calle Costa Rica número 5 de Cádiz y a las estancias donde se conservan el recuerdo y objetos que pertenecieron a Dña. María Dolores Aguirre Larraondo. Para poder participar de ellas, se hace necesario solicitar previamente hora al teléfono 956-211856; pudiendo consultarse además la página www.rmaria.org

Juan Antonio Fierro Cubiella

Su Blog: Bitácora de Juan Antonio Fierro Cubiella

Obra bajo licencia Creative Commons

Si te ha gustado este reportaje, haz clic abajo, en alguna de tus redes favoritas, para que tus amigos puedan verlo. Gracias.