Observador privilegiado de la Sierra de Cádiz, testigo de largos periodos de conquistas y reconquistas, el Castillo nazarí de Aznalmara (Benaocaz) conserva altivo, desde su inaccesible y silenciosa atalaya, el poder de quien ha sabido sobrevivir, no sin daños irreparables, a innumerables acontecimientos.

El ascenso al castillo de Aznalmara, situado sobre un cerro empinado e inaccesible, nos permite disfrutar del aroma mágico que rodea el entorno del valle del río Tavizna, un oasis de silencio solo roto por el constante fluir del río y los arroyos que lo alimentan. La abundancia de agua, posiblemente origen del primitivo nombre árabe del castillo, «Hisn al Marur«, ha facilitado el crecimiento de una gran vegetación, que encierra los senderos circundantes y aumenta la sensación de soledad y abandono.

Los lejanos orígenes íberos y romanos de la fortificación no ocultan su fuerte protagonismo árabe. Considerada parte del sistema defensivo nazarí durante los siglos XIII y XIV, fue conquistada por las tropas castellanas en 1410. Nuevamente en manos nazaries, fue definitivamente reconquistada en 1485 por el Marqués de Cádiz. Todavía fue protagonista de los enfrentamientos relacionados con la guerra de la Independencia, y refugio de las tropas napoleónicas. Toda una biografía.

Los restos actualmente existentes nos dan una buena idea de la estructura de la fortaleza y de sus elementos más importantes: un acceso intrincado, un sólido cerramiento a base de muros defensivos, la Torre del Homenaje, una amplia explanada o patio de armas, y varias albercas y aljibes. Está catalogado como Bien de Interés Cultural, en calidad de Monumento.

La ruta habitual para acceder al castillo comienza en el pontón del río Tavizna, discurre paralela al río a lo largo de un estrecho y sombrío sendero cerrado por la vegetación, gira en ángulo recto hacia la derecha para ascender hasta la explanada de acceso, y afronta finalmente el ataque a la fortaleza trepando por la masa rocosa sobre la que descansa.

Una vez en la cima, podemos rápidamente comprobar su importante carácter estratégico como atalaya para el control de los accesos de la Sierra de Cádiz. La belleza que se disfruta desde el cerro es extraordinaria. La Sierra del Pinar, a nuestra izquierda, con el imponente pico Torreón (1654 m); la Sierra del Endrinal; la Sierra del Caíllo y su pico del Navazo Alto (1395 m); el Salto del Cabrero; Benaocaz; la sierra de Ubrique; la Sierra de la Silla, y, cerrando el círculo, el valle del río Tavizna. Aznalmara mantenía contacto visual con otras dos fortificaciones cercanas similares: Iptuci (Prado del Rey) y Ocuri (Ubrique).

Una experiencia inolvidable.

Antxón Urrestarazu Echániz

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